29 de junio de 2025
Entrevistas

Bruno Megda, el catador de Brasil e hijo de caficultor que ocupó el puesto 8 en Ginebra

Bruno Megda
Bruno Megda, hijo de productor de café, catador y representante de Brasil, dejó su trabajo para competir en el Mundial de Catadores en Ginebra.

«Tengo un orgullo extremo de ser latinoamericano y considero al Perú como hermano. Me sentí orgulloso de poder ver de cerca el trabajo de Junior Zanabria y de los demás latinoamericanos en el Mundial. Para mí será una gran alegría poder ver una final latina, y creo de verdad que la vamos a ver».

Con estas palabras, Bruno Megda, puesto 8 en el World Cup Tasters Championship 2025 en Ginebra, inicia esta entrevista.

Bruno no solo llevó el nombre de Brasil al campeonato mundial.

Es protagonista de una historia de sacrificio, identidad y amor profundo por la cultura cafetera latinoamericana. Representó a Brasil con humildad y coraje, a pesar de las limitaciones económicas y la falta de respaldo. Su octavo puesto mundial es apenas una parte del relato: lo más impactante es lo que hizo para llegar allí.

«Yo, por ejemplo, necesité renunciar al mundo empresarial para poder llegar al mundial», confiesa. Dejó su trabajo para perseguir un sueño que, más allá del café, tiene que ver con la visibilidad, la unión y el reconocimiento de una región que aún lucha por ocupar un lugar más justo en los grandes escenarios del café.

Bruno nació en Cabo Verde, una pequeña ciudad del sur de Minas Gerais, en el barrio de Poços de Caldas. Creció rodeado de cafetales, ya que es hijo de productor. El café ha estado presente en cada etapa de su vida, desde la infancia hasta su actual trabajo en la industria. Esta fue su primera participación en un campeonato mundial. Y su motivación va más allá de lo competitivo.

«Veo la competencia como una oportunidad para aprender, compartir conocimientos y obtener oportunidades profesionales y personales, además de contribuir con mi región y la cultura cafetera brasileña», dice.

Con 33 años, dedica su participación a Dios, a su familia, a la caficultura de Brasil y a su ciudad natal. Pero hay una motivación que lo acompaña de forma constante: su hija. “Soy padre de mi hija y me encanta serlo. Ella es muy joven, pero me acompaña en todo lo que hago, incluyendo la cata de café”.

Sería injusto resumir su oficio en pocas líneas, pero lo intentamos: «Lo principal es catar mucho café, de distintas procedencias, calidades, métodos de poscosecha y variedades. La cata es memoria: cada experiencia suma. Estar presente de verdad, sin que la mente se disperse, es clave para una buena performance».

Bruno forma parte de una generación de profesionales altamente calificados que muchas veces quedan «entre bastidores», sin acceso a competencias internacionales o redes de visibilidad. Según él, Brasil tiene un enorme potencial oculto.

«Sí, tenemos una generación extremadamente talentosa en Brasil. Muchos profesionales aún están desconocidos porque siguen ocultos o esperando ese incentivo para presentarse al mundo. Yo soy un ejemplo, siempre he trabajado detrás de escena».

Su experiencia en Ginebra fue tan formativa como desafiante. La falta de apoyo institucional obliga a los competidores a encargarse de todo: desde el entrenamiento hasta la logística, con altos costos emocionales y físicos. «Llegar al campeonato mundial en condiciones para competir es casi una guerra. El apoyo es limitado y los competidores deben liderar todo el proceso, sacrificándose psicológica y físicamente, lo que agota enormemente al profesional antes de la competencia».

Aun así, Bruno mantiene la fe intacta. Fe en su trabajo, en el esfuerzo colectivo y en el futuro de una comunidad unida. “Somos Latinoamérica. Compartimos culturas, fe, creencias, etnias e idiomas… Compartimos un corazón. Somos capaces, y con nuestro trabajo, carisma, humildad y humanidad vamos a llegar donde queramos”.

Su testimonio resuena como una declaración de principios. En medio de las luces del campeonato, Bruno recordó que el café es más que una bebida: es un puente cultural y una herramienta de transformación. En su viaje a Ginebra no solo representó a Brasil, sino a una comunidad que quiere crecer sin dejar de lado sus raíces.

«Tengo 16 años de trayectoria profesional en el mundo del café, una experiencia que me ha permitido conocer a fondo cada eslabón de la cadena. Comencé emprendiendo dos pequeñas empresas en mi ciudad natal y en una localidad vecina, lo que me enseñó desde temprano la importancia del trabajo directo con productores y consumidores. Luego, trabajé casi ocho años en una empresa comercializadora de café para exportación, donde profundicé en los procesos de calidad y logística. Actualmente, formo parte de la industria del café tostado y molido, con una visión integral que abarca desde la planta hasta la taza».

«El café es más que una pasión. Es mi vida».

Este domingo regresa a Brasil en busca de nuevas oportunidades.

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