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Efraín Chipana: el soñador que hizo del café una causa, una escuela y una familia

Desde su local en la plaza principal de Pichanaki, PROCAFÉS ha sido semillero de baristas, tostadores y catadores. Fotos: Foto: Fernando Basaldúa

Efraín Chipana no fundó una cafetería. Construyó un propósito. Cuando habla del café, sus ojos brillan. No lo ve como un producto, sino como un universo de sentidos, historias, manos y tierra. Su historia no empieza en una mesa de cata ni en una tostadora de última generación. Empieza en la chacra de su padre, entre granos y sueños, en la Selva Central del Perú. Allí aprendió que el café es más que una bebida: es vida, comunidad, y sobre todo, una posibilidad de futuro para su gente.

PROCAFÉS nació como un acto de amor

Efraín y su hijo Santos.


No fue un negocio, fue una rebelión silenciosa contra el olvido. En 2016, junto a un grupo de amigos cafetaleros y dirigentes de cooperativas, Efraín se propuso una meta audaz: que los mejores cafés de Pichanaki, Perené, Villa Rica y Mazamari no se vayan más al extranjero, sino que se queden en casa. Así nació PROCAFÉS bajo el lema “Toma Café Peruano”, con la misión de promover el consumo interno y hacer que el peruano aprenda a reconocer y valorar su propio café.

PROCAFÉS no solo vende café de especialidad: lo honra. Participa en subastas, compra los cafés ganadores de concursos regionales como la Taza de Oro, la Taza Junín o la Taza de Villa Rica, y los sirve con orgullo en una carta que parece una enciclopedia sensorial de la Selva Central. Cada cliente recibe no solo una bebida, sino una historia. Una historia que Efraín se encarga de contar, como si cada sorbo fuera un acto de justicia cafetera.

Una cafetería que es también escuela, familia y hogar.

Desde su local en la plaza principal de Pichanaki, PROCAFÉS ha sido semillero de baristas, tostadores y catadores. Jóvenes hijos de productores que, en lugar de migrar, se quedan para formar parte de una cadena de valor completa. Allí trabajan, estudian, y sueñan. Allí, el café no se bebe: se vive. Hay turnos de barismo, clases para el público, y un segundo piso dedicado a la formación en café. Una escuela de excelencia en mitad de la selva.

William Huamaní iniciando el proceso de tostado.
William Huamaní, pasión por el tostado.

Efraín cree en el talento local como pocos y lo demuestra todos los días. Descubrió a William Huamaní, quien se formó como tostador en Colombia. También impulsó a su hijo Santos, barista certificado e instructor. Su equipo lo integran 18 jóvenes, muchos de ellos estudiantes de agroindustria o agronomía. Todos aprenden, enseñan y sirven desde el orgullo de ser parte de una revolución cafetalera silenciosa, que empieza en Pichanaki pero apunta al mundo.

Además, Santos (su hijo), Carlos Paulsen -catador, tostador, barista e instructor certificado por SCA -y William son instructores en la Escuela del Café de PROCAFÉS. Allí no solo forman baristas, también cultivan sueños con raíces firmes.

Una marca registrada con propósito.
PROCAFÉS
es hoy una marca registrada que pertenece a la empresa Toma Café Peruano S.A.C., y su visión va mucho más allá de una bebida. Como dice Efraín: “Uno de mis propósitos también es democratizar y popularizar el consumo de buen café en origen”. Su cruzada no es solo comercial, es cultural.

Productor, comercializador y soñador incansable

Además de cafetero, Efraín sigue siendo productor en su fundo familiar, rebautizado como Fundo ProCafés Su experiencia en toda la cadena de valor lo convierte en una figura integral en el ecosistema del café: desde la cosecha en cerezo hasta el empaque y la venta. Y no se detiene: ya tiene otra empresa, Ingenio del Café S.A.C., dedicada exclusivamente al tostado y distribución de granos de alta calidad.

El futuro lo imagina con aroma a expansión

Su sueño es claro: abrir más locales en Satipo, La Merced, Oxapampa… y llegar a Lima. Pero no para competir, sino para mostrar que el café de origen no necesita disfraz. Quiere crear una cadena de puntos de venta donde cada taza cuente una historia y donde cada paso de la cadena de producción sea transparente, justo y celebratorio. Sueña con franquicias, sí, pero con alma.

Efraín no quiere que los jóvenes huyan del campo, quiere que lo reinventen
Para él, la juventud rural no tiene que elegir entre machete y oficina. Puede ser catadora, barista, tostadora, empresaria. Puede amar la chacra desde otro ángulo. Sueña con una red de pequeños productores que agreguen valor, diferencien variedades y construyan marcas con identidad propia. Como su equipo, como su hijo, como William, como tantos que hoy ya no migran, sino que emprenden. Efraín no busca fama. Busca justicia. Busca orgullo. Busca que un viajero que llega a Pichanaki con su maleta a las siete de la mañana pueda tomar un café geisha de competencia, servido por un barista local, tostado a metros de la chacra donde fue cosechado. Busca que el café peruano deje de ser un tesoro escondido. Y que cada taza sea una declaración de identidad.

Un Orange Coffee, perfecto para el tremendo calor.

Porque para Efraín, el café no es un negocio: es una forma de vida.
Una vida que huele a tierra mojada, a esfuerzo familiar, a conocimiento compartido, a comunidad tejida con paciencia. Una vida que demuestra que sí, desde un rincón de la selva peruana también se puede cambiar el mundo. Y que ese cambio puede empezar con una taza caliente, una historia que emociona… y un hombre que creyó que todo era posible: Efraín Chipana.

DATO: Están en Jr. 24 de Setiembre 841 Pichanaki

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